27 jun 2011

Cuentos de Cabaña I

 Sentado en el sillón empiezo a ver una silueta acercarse a mi ventana, el vapor hace difusa su cara a través del vidrio, pero en sus manos podía ver claramente una botella de whisky llena. Me acercaba a la puerta y antes de abrir escucho:
- Oye, ábreme que traigo cosas para ti. Soy D, y no encuentro a mi esposa. La muy puta me dejo.
Abrí.
Charlamos sobre juegos estúpidos que ya no me importan, pero de los cuales aun guardo conocimiento. Bebíamos la botella y no paso mucho tiempo hasta que volviera a hablar de su esposa:
-Y la muy puta me dejo – grito de manera solloza
-Sin embargo, -continuando con lo previamente discutido-la pelota puede tener algún tipo de cuero inútil que permite desviarse del arco y golpear la botella de cerveza en algún espectador. Seria trágico la perdida de la visión en algún hincha, jamás volverá a la cancha, el presidente perderá ingresos y tendrían que comprarle una radio barata de viejo en caso de que al menos tenga su audición correctamente.
-¡Pero mi mujer  carajo mi mujer! – ya melancólicamente
-Esta bien, hagamos una cosa –sugerí-, tu vas a llorar a tu mujer, dejas el whisky, y yo puedo pensar tranquilo en los posibles juicios provocados por la desviación de una pelota, niños y mujeres. O mejor aun, vas y coges la primer mujer en la calle y le prometes un eterno amor mientras bajas la bragueta y haces pis en la acera.
Logre que se calmara, encendí un cigarro cubano y se durmió. Un poco de Chopin y fui a mi habitación a leer.


Por la mañana el frío era intenso, D ya no estaba, pero había un perro que vaya a saber de donde salio, a un costado del sillón, sobre una campera y la botella vacía de whisky a su lado. Cerré la puerta, me hice un café y le di al perro los fideos que venia esquivando de ayer.
Me senté a leer junto a una estufa eléctrica, otro día sin ganas de trabajar, otro día sin atender el teléfono, todo se ve mas cansado que ayer, las soluciones a lo que no entiendo jamas llegan, pero las preocupaciones tampoco. Por ahora sera solo el momento, el tic tac silencioso de un reloj descompuesto. Voy a llamar al perro Lucergia.  Lucero de guía.
No llego a leer muchas paginas de mi libro, que D reaparece en mi casa, esta vez con su esposa. Imagino lo que me diría si no estuviese ella:

\la muy puta se había escapado en un tren, tuve que llamar a la policía naval para que arremetiera contra las vías, despedazar arboles y hacer que ella se arroje antes que se destripe las piernas. ¡Y cojimos sobre un vagón despedazado!/. 

Fue como si nada paso, se sentaron en la mesa y conversaron sobre un cuadro de Joan Miro muy parecido al que tenia en la cocina, solo que el mio eran garabatos de unos cuantos amigos que bebieron te de San Pedro y se desaparecieron entre hojas.
-Todo esto es complicado de explicar-dijo D- ¿de donde salió este perro? No sabia que te gustaban los perros.
-Pues no lo se. Llamala Lucergia, pero me gustaría saber porque no van a su casa a explorar sus cuerpos y me permiten descansar ya que la noche un poco agitada fue.
-Tienes razón, no duermo hace 3 días, mejor vayamos-contesta ella
-Volveremos por la noche-dijo D- Aun me debes una botella.
-Esta bien-conteste- y tal vez entendamos como llego Lucergia hasta aquí.

Se van por la puerta desechando sudor y fluidos, su calentura empaño mis vidrios, otra vez. Los veo besarse mientras caminan abrazados, los guantes que se mueven desenfrenados, la bufanda aplastada, los gorros de lana a punto de caer. Lucergia me mira y me pregunto si estará pensando “nosotros también deberíamos hacer lo mismo”. Maldito whisky, siempre un compromiso:

\Una mujer muy bella con dotes Asiáticos viene a pedirme un poco de azúcar, yo le ofrezco un te de la India que guardaba especialmente, y ella me habla de alfombras Marroquíes. Nos consultamos extravagancias sin sentido hasta que le saco la pollera y acaricio sus piernas. Bajamos al sótano, no sabia que tenia uno, pero parece cálido y seco. Sexo. Empezamos el coito antes de siquiera sacarme el pantalón, parece que está cerca de terminar, hasta encastrarme la mano varias veces seguidas con su fluido espeso y blanco, chorreando vapor.
Promete el amor eterno a mis orejas. Empiezo a vestirme, dice que va hacia su casa, le contesto que vuelva en una hora. Voy al baño, me masturbo bebiendo whisky y caigo desmayado sobre la tina llena de agua. Escucho al perro ladrar, y luego la nada, otra vez, me llena el vacío/