11 feb 2015





Pasada la tranquera entramos a la cabaña por un muro de arboles que nos daba la bienvenida, asi como la pequeña cueva de arboles que tienen las niñas en Totoro. No tuve más que asombro de mi amigo y su refugio alejado de la ciudad.
En la casa su madre nos dio los sanguches guardados en la conservadora que terminamos rápido para irnos al agua, pero la madre nos dijo que no debíamos ir al rio con la panza llena: "Después les agarra un calambre y vaya a saber dios. Se quedan acá por lo menos una hora hasta que baje la comida"

Buscamos algo con que divertirnos y encontramos un viejo ajedrez rallado al que le faltaban algunas piezas, pero por suerte encontramos otras fichas más pequeñas que pudimos suplantar por las desaparecidas. No sabíamos jugar muy bien pero al menos el movimiento de las fichas lo conocíamos. A veces pensábamos aunque distraídos intentando anticipar la jugada del otro, pero casi nunca acertábamos.
 El rio parecía tener vida propia, me escabullí delante de él y me tire de bombita que es como más me gusta entrar al agua; estaba fría y no muy profunda así que me clave algunas piedras en los pies.
Salí del agua y empecé a caminar rio arriba como mi papa me enseño, para descubrir nuevos lugares y "ver un poco mas allá de lo que se ve". Como todo el rio era pandito, a no ser por algunas hoyas, era difícil encontrar un buen lugar donde probar mis tiradas de bombita, así que decidí tirarme por una cascada rio abajo e irme deslizando.
Mientras bajaba pensé en encontrar a mi amigo para preguntarle si es verdad lo del calambre o no, porque tenía hambre y no quería esperar otra hora....