Caminando por las vías del ferrocarril desgastado en su poco uso, más bien su olvido en desuso, o volando en aeroplanos de energía eólica que se vieron en algún sueño. Pensas al tiempo de la realidad y tiembla el despertar:
“La tecnología progresa, el humano no”- Decía un sabio humano. Huma-no.
¿Y caminar'? Hijo, padre, abuelo, hay que hacerlo. ¿Acaso el espíritu santísimo no ha corrido ya mucho hacia atrás?
Invadimos el infinito mundo, siendo finito cuando es comparado con algunos soles, y considerablemente escaso frente al eterno universo, si es que tal eterno tiene fin. Nos hacemos fuertes y caseros sobre el pavimento, dejamos de sentir el frío para acobijarnos en el confort del descanso tibioelectrónico, robóticamente poblando paredes amamantadas por necesidades básicas.
El chip inconsciente nos obliga a realizar una tarea simple, concisa, repetitiva, repetitiva, repetitiva. Hasta el punto de no acabar, y el reloj dio vuelta su perilla, reímos y lloramos, nos vemos frente a frente con caras tristes de cansancio que ruegan la mirada de un calor que alguna vez estaba ahí, ahí mismo:
-Nos vamos poniendo technos- repetímos
¿Progresamos al retroceso que anticipaba Einstein en un pasado, que solía ser el presente entre los tiempos definidos pasados, y hoy parece un futuro que vivimos en el diario y las noticias, en su vigencia plena?
¿Progresamos a la estupidez conjunta?
¿Progresamos a la estupidez conjunta?
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