3 oct 2012

Una noche en libertad, con olores mezclados de lo que fué el día y se reunió en la luz tenue naranja que abunda en el asfalto nocturno con banderas de Argentina sucias, embarradas, desconcentradas, flameando en flamas a la altura de un segundo piso en Colon al 700.
Mezclas mestizas de horarios,
y olores.

A canape encerrado;
a sushi de exposición teatral;
a cebolla con papas de algún jubilado
que no le alcanza;
a papeles sucios
que rodean tres kilómetros de veredas
viejas
y rotas
y arregladas;
a policías
que no tienen ganas de no disparar
a todo el que posea
una gorra;
a un globo naranja
que vuela perdido
de la mano de una pequeña niña
que cantaba
y la madre la tironeaba
en un apuro
"despues te compro otro,
no jodas";
a cafe y cigarrillos;
a una cama sucia junto a la basura;
a prostitutas amigables
que no pronuncian la erre;
a conchas humedas
que buscan el orgasmo;
a nafta;
a mescalina para cuatro;
a sueños de insomnio;
a pieles gastadas
de tanta nada
y todo tanto.

Sobran olores
para querer amar
dolores.

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