Cada vez que lloro quedo seco por dentro, en el cielo, siempre haciéndome las mismas estupidas preguntas. Todo comienza con preguntas, sino la vida misma cedería todo sentido a la merced del primer neandertal.
Con los ojos rojos miro el espejo, blanco, con rebordes artísticos de primera mano. Suena Radiohead. Mas perdido que nunca me decido a salir del baño, sin no antes esnifar mi botella con popper.
De un lado juegan truco, partido aburrido, empatado, mucho olor a cerveza barata en vasos de cristal de una pieza. Las chicas charlan, no paran ni un segundo. Parecen estar sumergidas en una burbuja de confesiones con letras multicolor, inentendibles, a excepcion de los gritos que sobre-salen de algunas chamacas. Podriamos hacer una letra para Miranda de lo que sale allí.
Me siento en el sofá solitario, observo el televisor que muestra las canciones y pienso:
-Mi vaso vacio, sucede seguido.
Llega un whisky con una amiga, el whisky me la presenta como si no la conociese. Se sienta a mi lado y hablamos de la noche que depara, aunque sin muchas ganas, solo deseamos reír del momento esperando que alguien nos diga vamos, e iremos, sin mucho sentido por lo que quede de nosotros o del resto. Aunque tal vez todo termine en sexo.
Vamos a fumar un porro por ahí afuera–dije.
Compenetrados en nuestras miradas seguíamos moviendo los labios con risas que desdibujaban el humo. Hablamos de las cosas que nos importan y que solo trata de nosotros. Disfrutamos el momento, saltamos, bailamos, volamos, volvimos (adentro). Calor, mi amiga.
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