25 nov 2009

Mi amigo Chef.

Preparamos fideos tagliatelli durante 20 minutos, mientras bebíamos su pócima hecha a base de miel, aquella que los vikingos solían ingerir, sentados en una mesa del siglo XVI.
Implanto dentro de la conversaron la falta de tuco color rojo rubí. Dije que no era molestia, una comida será siempre bienvenida, el resto solo era un suplemento. Insistió.
Se levanto y camino a la punta de la mesa, saco una gillette y volvió a recalcar:
-“Por favor, sírvete cuanto desees” – y corto la vena de su muñeca izquierda. Sin llanto y sin dolor, con un suspiro agobiante, pronuncio:
“Y el de la pared será especial” - disparándose el cerebro con una Glock, decorando la pared de rojo fuego, rojo Ferrari, con pedazos de seso esparcidos.
Debería haber aclarado, desde un principio, que el tuco era algo que no agradaba a mi paladar. En su honor, tuve que comerlo, y lo admito, fue una delicia.
Al terminar mi cena volví a casa. Debo agradecerle que hoy sea un chef de renombre.
La gente aun no sabe mi receta para un tuco tan maravilloso: “Le tuque espéciale du pared”.

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