27 nov 2009

Otra vez.

Me encontraba sentado frente a ella, mientras me rodeaba su larga cabellera rubia, como salida de un cuento infantil Ucraniano. Aun el malbec reposa sobre el paladar, con apenas unos milímetros del fondo, esperando multiplicarse.
Habló sobre sus malos momentos con su esposo y los traumas que éste le había generado durante toda la experiencia. Un mar de lágrimas se alzaba sobre el escenario, y yo solo pensaba en lo hermoso que se verían unos patos de hule flotando, obviando completamente su conversación. Agregando no mas de un “Claro, por supuesto.”
Dentro del horario correcto empezó a respetar mi desesperación por su ausencia, su huida repentina sin notificación. Debía irse. Más bien era el vaso vacío quien le solicitaba desaparecer. Fue interesante verla partir, como muchas otras veces, pero sin quedarme con el olor a fluidos en mis sabanas. Extraño, pero luego de su casamiento las cosas cambiaron, entregas deliberadas sexuales, salvajismo nocturno pirata, borrachera obligatoria. Ya no era lo mismo.
Por lo que preferí tranquilizarme en mi ambientación solitaria, lo normal. Tal vez dejando escapar opciones que garantizarían cambios en los pensamientos; rutinas acomodadas, sillas gastadas y sociedades chismosas. Tal vez. Como siempre.

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